domingo, 16 de enero de 2011

3 - Chicas en pie de guerra



El almuerzo era a las 14:00, lo cual me obligó a plantar a los dos memos que hacen el papel de "amigos hetero" para proteger a la perfección mi identidad supersecreta, Gomez y Gonzalez . Esos nombres me propiciarían ahora todo tipo de bromas calientes sobre Go-Go Boys si no fuesen ellos los tipos rechonchos y vulgares que son, que hasta me hacen olvidar el primer principio de "todo hombre es follable mientras no se demuestre lo contrario" que mi alter-ego sostiene como brújula y timón de sus andanzas.
- ¿Que vas a comer con el jefe? -exclamó Gomez ( o quizás Gonzalez, porque a veces les confundo )-¡ha-ha-ha, te estas volviendo un chupapollas, amiguito!
"Si tu supieras" pienso mientras practico mi gesto de tipo atribulado por sus arrolladoras personalidades.
- ¿Y con el pibón de su señora? -cacareó el otro componiendo patéticos aspavientos de asombro- ¡Joooeeeer! ¡Menudas tetazas tiene la australiana! Yo metía el morro ahí y brl-brl-brl-brl...
Gonzalez hinchaba los papos mientras hacía este sonido sacudiendo la cabeza a un lado y a otro mientras Gomez se tiraba literalmente por los suelos de la risa con el gracejo de su compañero. Yo por mi parte sonreí como la damisela victoriana que sé sacar de mi si hace falta y repuse:
- Ooh, no sé, tengo miedo... ¿Y si me quiere dar el finiquito?
Gomez me dio una colleja que apunté mentalmente devolverle de algún modo para decirme:
- Venga, capullo, serías el primer pelamanillas de la historia al que invitan a comer con la mujer del jefe presente para ponerle en la puta calle. Será por otra cosa...
- ¡Igual quiere proponerle un menage a trois! -exclamó Gonzalez, y los dos estuvieron partiéndose el culo un rato sin que la risa les dejara articular palabra-.
- Bien, luego os lo cuento -contesté al fin suspirando- Solo era para que supieseis que no teníais que esperarme para comer.
- Oh, tranquilo, tranquilo, yo creo que ni siquiera te íbamos a echar en falta. El otro día estábamos comiéndonos el flan y solo entonces nos dimos cuenta de que no habías aparecido.
Les dejé descacharrándose sin molestarme en responder también a aquella grosería, y bajé presuroso al "Eat and Run", el sofisticado restaurante de cocina rápida new-age en el que había quedado con Ale y su señora. Seguía diluviando y gracias a eso, a pesar de llegar calado, creí arrancar de mi organismo las últimas moléculas del "eau-furet-sanglier". Sin embargo al ver la cara que compuso la señora de mi jefe al verme de pie junto a su mesa, tuve que olfatearme con discreción la axila para ver si había algún aroma más indeseable que yo había pasado por alto pero que era muy evidente para la rubiaza.
- Ah, querida, es una sorpresa -le explicó Ale como si yo acabase de salir de un huevo gigante en taparrabos y con un par de orejas de conejo en la cabeza-. He invitado a este compañero de trabajo a comer con nosotros porque de verdad me apetecía que tuvieras ocasión de conocerle...
La rubia le miró con unos ojos que decían "ya-hablaremos-tu-y-yo-en-casa", luego me contempló de arriba a abajo sonriendo de un modo que solo puedo definir como canino y por fin dijo:
- Que mono. Siéntese, por favor.
Pensé en pretextar una diarrea explosiva y salir pitando de allí pero Ale se puso en pie, con sus ojos verdes chispeantes y el cabello castaño revuelto por el aire, la sonrisa esa que termina con mi ropa interior hecha un charco a mis pies y repitió:
- Sí, siéntate. Todavía no hemos pedido nada.
Hizo ese gesto con el dedo que acostumbra a hacer la gente poderosa y que todos los camareros del mundo entienden y al momento tenía allí a un rubio musculitos con unos pantalones negros demasiado ajustados y una camisa blanca a punto de reventar colocándome un plato y un par de cubiertos. De pronto mi mirada se cruzó con la del cachas, él me contempló un segundo y entonces ¡zas!, los dos recordamos...
"pensé que te iba a follar yo a ti" dice el infeliz mientras se baja los vaqueros y pone el culo perfecto en pompa, yo chasqueo con la lengua "pensabas, pensabas, tsk-tsk-tsk no hay que pensar tanto,monín", miro a un lado y otro del callejón junto al Bora-Bora a donde llevo a mis conquistas y me arremango el vestido hasta la sobaquera con ese desparpajo mío de girl-with-very-much-world, luego me saco el cacharro que arranca un gritito de pánico al rubito "es demasiado gorda, no cabrá" me dice el muy lelo y tengo que asegurarle "vaya si cabrá, tu no la conoces cuando se pone cabezona" y me carcajeo un poco de mi elegante juego de palabras antes de colocarla en el punto P, la echo un escupitajillo por aquello de la lubricación y ¡HALA!
- ¿Agua o vino? -jadeó al parecer próximo a un desvanecimiento-.
"Agua" dijimos a la vez Alejandro y yo y tuvimos que sonreirnos mutuamente por la coincidencia. Entretanto Elizabeth miraba con los ojos como dos huevos atónita, siguiendo el intercambio de dilatación pupilar y movimientos de cejas entre el camarero y yo hasta el punto que su sensibilidad femenina debió zumbar avisándole de que había mucha agua corriendo bajo aquel puente. Yo también empezaba a encontrar la reunión demasiado intensa y mi sentido cat-woman, similar al sentido"spider" del hombre-araña, zumbaba sin cesar avisándome del peligro, pero ¿qué iba a hacer? Pues fingir que no conocía al camarero, fingir además que no era consciente del escrutinio de la australiana e intentar disimular lo cachondo que me ponía el pequeño vértice de vello que asomaba por el cuello de la camisa de Alejandro.
- Ya se sabe el dicho -aventuré intentando romper el hielo-: "si tienes que trabajar, no te debes embotijar", ha-ha-ha.
Ale rió mi ocurrencia pero Elizabeth permaneció impertérrita con la mirada puesta en algún punto lejano de la bóveda celeste durante unos segundos interminables.
- Con el agua tomaré la" microburguer de avestruz con caramelo de pepinillo" -continué tratando de demostrar con mi desparpajo que no me iba a dejar intimidar por una fulana de campanillas como aquella- ¿no es asombroso lo que hacen? ¡caramelo de pepinillo! ¿habrá que chupar el pepinillo como un pirulí?
En ese momento Elizabeth ( a mi izquierda ) enfocó la mirada en Ale ( a mi derecha ) y de esta desconcertante forma soltó:
- ¿Conoce usted al camarero? Me ha parecido...azorado, no sé.
Tardé un instante en comprender que no se dirigía a su esposo con modales medievales sino que estaba hablando conmigo. Por suerte yo no estaba chupando nada en ese momento porque de haber sido así hubiera muerto ahogado entre horribles convulsiones. Metí la nariz en la carta y no quise ver la cara de ninguno de los dos mientras graznaba cual grajo atrapado en lazo:
-Hum, no sé, yo no he notado nada... ¿Y que me dicen de esto? "Fantasía de salchicha en lecho de ketchup con almohadilla de mostaza" Qué comodidades, quien fuera salchicha, ha-ha-ha.
- Mírele, casi atropella a otro camarero yendo a por el agua -insistió la mujer del jefe siguiendo sin mirarme- Tiene que conocerle de algo y no puede recordarlo ahora, haga memoria.
- Querida, ni siquiera te le he presentado aún -medió Ale un poco incómodo- Te ha dicho que no le conoce, así que ¿porque no pensamos que pedimos? Dijiste que tenías mucha prisa.
- Sí, tengo clase de body-combat apenas salga de aquí, no tomaré más que agua...-ahora fijó en mi unos aterradores ojos azules para preguntar- ¿Lo ha probado alguna vez? No es tan relajante como golpearle a alguien pero aún así, libera muchísima tensión...
- Querida, has dicho "golpearle a alguien" -le corrigió Ale con una risita nerviosa-...
Ella me sonrió como sin duda le habían enseñado a hacer los cocodrilos australianos y repuso:
- Seguro que sabrá perdonarme, todavía me hago un lío a veces con el idioma...
En ese momento llegó el rubito cachas sujetando la botella de agua en una bandeja como si trajese la cabeza de san Juan Bautista y en vez de cumplir con sus obligaciones, cacareó en tono de gallinita asustada:
- ¿No nos conocemos?
"Vaya si nos conocemos" gruñó mi identidad secreta "te estuve zumbando el trasero hasta tal punto que no me extraña que recuerdes mi rostro todavía, de hecho debiste recordarlo cada vez que posaste el culo en algún sitio durante unos cuantos días después", tuve que morderme la lengua para reprimirla y susurrar en su lugar un discreto:
-...hum...lo dudo, no conozco apenas gente en la ciudad...
- ¿Es usted recién llegado? -inquirió la australiana-.
- No. Salgo poco, eso es todo.
- Mmm, un hombre tímido. Ya ha visto usted, el señor ha dicho que no le conoce. ¿Quiere seguir insistiendo o va a preguntarnos que comemos?
- Eso -bufé algo acalorado ya- Yo tomaré el pirulí de salchicha. Digo la fantasía de pepinillo. Ay que cabeza...
- Me parece usted pero a la vez era distinto -insistió el jodido rubito.,
- Que interesante -opinó Elizabeth- ¿Y en qué sentido era él diferente?
- No sé...Creo que llevaba peluca...
Le mujer del jefe se largó una carcajada que la mismísima Joan Crawford hubiera envidiado y se puso en pie de un tirón.
- Esto está resultando apasionante pero tengo que irme a repartir puñetazos. Alejandro, te dejo con este señor. Entre lo de la peluca y su afición a la salchicha creo que tendréis muchos puntos en común. No era esta la clase de amigos que esperaba me presentaras en la empresa pero en fin...-se volvió hacia mi con su dentuna sonrisa y concluyó-...encantada de conocerle. Vaya un día a cenar a casa, nos divertiremos. ¡Y no olvide su peluca, ha-ha-ha!
Elizabeth se marchó dejando con su marcha un silencio absoluto entre el rubito, Ale y yo. Así que conté mentalmente hasta diez y me levanté yo también anunciando:
- Se me ha hecho tarde a mi también. Gracias por la invitación, pero tengo que volver al trabajo. Hasta luego.
- ¡Espera, hombre! -exclamó Alejandro- Tienes que perdonar a mi mujer, sus modales australianos son un poco agresivos para nosotros...la verdad también se está haciendo tarde para mi, pero escucha, ¿porqué no quedamos esta noche para ir a correr?
Si me hubiese propuesto un viaje en submarino no me habría quedado más estupefacto.
- ¿Correr?
- Ajá. Seguro que con lo bien que te mantienes debes hacer deporte a menudo, ¿eh? -y me dio un amistoso puñetazo en el antebrazo que me hizo ver las estrellas- Yo suelo ir a eso de las nueve todas las noches y troto una hora por el Parque Líneal. Si te apetece, te veo allí, en la fuente del principio, ¿vale?
-...bueno, vale...no estoy en tan buena forma como parece, pero me vendrá bien sudar un rato.
- Genial. Nos vemos luego entonces...
Le observé marcharse con mirada soñadora y solo unos segundos después reparé en el rubito que seguía allí mirando.
- ¿Y qué hay de mi? -preguntó-.
Ahora sí dejé libertad a la fulana que hay en mi y siseé:
- Tu reza porque no te encuentre otra noche en el Bora-Bora porque te voy a poner el culo como un bebedero de patos, ¿okey?
No sé si el gesto que compuso fue de pánico o de ilusionada esperanza, pero aún así tuvo la desfachatez de preguntar:
- ¿Y el agua quien la paga?
- Espero que invite la casa. Por los servicios prestados, monin.
Me fui de allí con mi cabeza llena de preguntas: ¿que buscaba Ale llevándome a sudar a un parque más bien oscuro y solitario que yo conocía perfectamente como zona de ligoteo lúgubre nocturno?... ¿qué quiso decir la zorra de su esposa con lo de los puntos en común por mi afición a las pelucas y las salchichas?...¿se estaría yendo mi identidad secreta al carajo y se me veía más el plumero que a las avestruces pasto del microburger?...pero lo que era más importante: ¿habría una posibilidad de follarme al bollazo de mi jefe?
No sabía aún que los interrogantes solo acababan de empezar a formularse...

Aludidos ilustres:

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